miércoles, 29 de diciembre de 2010

CARTA DE UN CAPITAN DEL EJÉRCITO ARGENTINO

Amigos:



Guardo en mis archivos esta carta, escrita por “UN CAPITÁN DEL EJÉRCITO DE LA DIGNIDAD”, han pasado 22 años desde aquel entonces y cada vez que la leo parece cobrar mas actualidad, si bien fue publicada como de autor anónimo, muchos, estoy seguro, hemos conocido al autor.


Cuando se distribuyó esta carta no existía Internet ni otro medio masivo que no sea el hacer copias, hacíamos las fotocopias y al pié le agregábamos: “LEA, COPIE Y DISTRIBUYA”, los que tienen algunos años, como yo, se acordarán de ese método artesanal, de entrega personal y con el sabor del compromiso particular que significaba hacerlo.


Hoy la pasé a la computadora y con un clic la puedo enviar a todo el mundo en una décima de segundo, utilizando mi nombre y apellido o escudándome en un nick, por Internet es más seguro la distribución, más prolija. Pero... no tiene ese sabor de aquella entrega personal en la que uno miraba cara a cara al que la recibía y semblanteaba el efecto producido, los compromisos eran terminantes no había excusas, hoy casi todo es virtual, casi todo parece real, pero...

Cordialmente, José Mármol





CARTA ABIERTA DE UN CAPITÁN A SUS HIJOS






Anoche tuve un sueño, y en ese sueño veía a un hombre sin rostro. A su lado una mujer y aunque no los pude contar, vi varios niños. El mayor no superaba los 10 años, el menor aún no caminaba. Pero lo que más me llamó la atención de esa familia es que nadie reía, la mujer parecía agobiada, los niños miraban como interrogando al padre y como adivinando también mi extrañeza ese padre sin rostro comenzó a hablar. Su voz sonaba lejana, impersonal, profunda y se notaba en ella un cansancio que contrataba con la juventud de ese cuadro familiar.


El joven dijo: “Mujer, niños, veo en sus rostros la tristeza, la pena, el agobio y la incomprensión, pero además veo que esperan de mi una respuesta, una luz que permita comprender nuestra situación, que les permita sobrellevar este presente, que les ayude a enfrentar el futuro y yo trataré de explicarles contándoles una historia, una pequeña gran historia, que me pertenece, y que también a muchos hombre como yo, a los que un día Dios nos señaló un camino a recorrer en este mundo.


“Había una vez un niño que había nacido en un hogar de una familia humilde, de padres obreros que querían lo mejor para ese hijo al igual que todos los argentinos. Ese niño jugaba con soldaditos de plomo de los cuales él era el triunfante general de mil batallas imaginarias y ese San Martín diminuto e imaginario un día ingresó al Liceo Militar para alegría de sus padres que esa época no muy lejana respetaban y admiraban a los militares, que se les hinchaba el corazón en los desfiles o con una marcha militar, que hablaban de una carrera vocacional...! igual que los curas!! Decían. Y ese niño recibió su primer uniforme, juró la Bandera, amó sus pliegos y soñó con una muerte heroica, al frente de sus soldaditos de plomo y cubierto con su Bandera azul y blanca, luego de vencer al enemigo.


Empezaba la década del ´70, largo sería relatarles como se desangraba la Patria esos años, pero si puedo contarles algunos detalles de esos días.


Desde el año 1966 la llamada Revolución Argentina gobernaba el país luego de derrocar al Presidente ILLIA, los Generales ONGANÍA, LEVINGSTON y LANUSSE se sucedían en el poder, este último ejerció la tutela de todo ese proceso hasta que la encabezó como Presidente de la República de los Argentinos.


El Cordobazo en el ´69, luego el Rosariazo, mostraban la cara de una violencia que alcanzaría su cúspide más sangrienta en los próximos 5 años.


La guerrilla nacida en TACO RALO, había hecho su presentación en sociedad.


El Colegio Militar!! – hoy lo recuerdo con nostalgia, -Cuantos ideales, cuanta dureza, cuanta fortaleza, cuanto amor, cuanta camaradería!! Que cerca nos sentíamos del General San Martín!! Que orgullosos con nuestros vistosos uniformes!! Otra vez los soldaditos de plomo y el bravo General. Los desfiles en la Avenida del Libertador!! Aún la gente nos aplaudía, el pueblo nos respetaba, nuestros Generales nos mandaban. Los viejos obreros, ya jubilados, se enorgullecían del niño valiente. Claro, qué familia de obreros no deseaba tener un militar en la familia, si hasta lo hacían sentir General al niño de 20 años. Ese niño de 20 años que escuchó de boca del General Lanusse, de 52 años, antidemocrático todavía, un primer juramento inconsulto: de que el Ejército Argentino “nunca más interrumpiría un gobierno democrático”. Aunque no se le preguntaba, se juraba en nombre de ese joven de 20 años, pues se empeñaba la palabra de todo el Ejército.


Hijos míos, para que se ubiquen en el tiempo, los Generales de hoy eran Tenientes Coroneles en esa época y ninguno que yo sepa se opuso a ese juramento. El joven de esta historia también creyó en ellos, eran sus maestros. Hablarles de la guerrilla me llevaría libros, por eso solo reseñaré lo que en su juventud ya entenderán.


Eran tiempos difíciles, coexistían diferentes grupos, diferentes ideologías, mismos métodos, mismos objetivos, empleaban la violencia, la muerte, la emboscada, la traición por tomar el poder e implantar un gobierno comunista


. Estaban organizados militarmente, infiltrados en un movimiento popular, también eran argentinos. Se instruían en el exterior y en nuestro país, comenzaron matando generales y siguieron por oficiales, suboficiales, soldados, civiles hombres y mujeres, también niños, sí, como escuchan, niños como ustedes.


¿Sus métodos? Sí, eran variados, bombas en sitios públicos, emboscadas a militares y civiles, torturas a quienes caían prisioneros, ataques a cuarteles, donde acribillaban los “niños soldados” que hoy nadie recuerda, ni nuestro Presidente que se llena la boca hablando de los “Chicos de la guerra”, pero estos son de más adelante de esta historia.


El joven soldadito de nuestra historia aprendió a combatirlos desde que era cadete, pues cuando se recibiera de Subteniente iba a enfrentarlos en los montes tucumanos. El joven vio a un Ejército que se transformaba para enfrentarlos, que dejaba los cañones y tanques que no servían para esta guerra y todos tomaban el fusil, bueno... todos no, hubo algunos militares que fueron Judas, que les prestaron sus uniformes y les enseñaron sus tácticas, esos hoy son “democráticos” e integran un club de Judas que se llama CEMIDA.


Nuestro joven se recibió de Subteniente y fue a los montes, luchó en las ciudades, manchó su uniforme con la sangre de sus camaradas que morían en sus brazos, tras la emboscada artera, y fue al frente de sus soldaditos de plomo, que tenían la misma edad de él y vio morir a los Berdina, los Masaferro, los Moya, los Maldonado, marinos, aviadores, policías, gendarmes, los de prefectura, los civiles, los niños, las mujeres y a todos los vio cubrir con la azul y blanca, pero eso en vez de amedrentarlo, le daba fuerza, valor, iba convencido (Obediencia Debida mediante) de su guerra justa, de su Dios, Patria y Hogar, y luchó convencido y mató convencido. Sí hijos, mató en combate, y solo él sabe que es más fácil morir que matar, solo él sabe lo duro y traumático que es matar a los 21 años, (aunque a cualquier edad lo es) aunque sea en combate y por los mas altos ideales.


¿Alguien comprendió sus sacrificio?


¿Alguien le explicó que los soldadit0os de plomo sangran y mueren?


Nadie se lo dijo, pero él lo tuvo que decir a los padres de esos soldaditos de plomo, pues eso también fue su tarea.


¿Alguien lo pensó?


Mucho más adelante se enteraría que varios de esos Tenientes Coroneles que hoy están, no querían ser Jefe de Regimiento, Batallón o Grupo, porque si eran atacados por la guerrilla podían perder su carrera militar, que algunos se enriquecieron con dinero y bienes adquiridos ilícitamente, que algunos hicieron su guerra personal por intereses personales, que algunos negociaban con el poder político y hasta con los mismos guerrilleros. Pero casi ninguno pensó en ese joven, lo dejaron con su mochila llena de experiencias, algunas traumáticas, utilizaron el “CHE PIBE” para estar mas cerca por lo menos formalmente de ese hombre que inició su carrera militar con una guerra fraticida.


En el año ´76 nació el Proceso de Reorganización Nacional, ¿y el juramento de Lanusse?-, y los Tenientes Coroneles fueron Intendentes, interventores gremiales, directores de televisión, ministros, etcétera y no escuchó a ninguno de ellos oponerse al ataque de la democracia, por el contrario, aceptaban con agrado su nuevo cargo e inmediatamente imprimían su tarjeta personal con su nuevo “destino cívico-militar”


¿Y nuestro Joven?


A él le dijeron que se terminó la guerra, que debía lustrarse los borceguíes y cortarse el pelo, aparecieron los “Comechicos”, que no le preguntaron que hizo en la guerra, cual había sido su experiencia, cuales sus consecuencias, que sentía ese joven que había vivido episodios tan traumáticos; era más importante cortar el pasto a machete, pintar los árboles y edificios, ver banderas que ya no cubrían camaradas sino que adornaban tanques de agua.


Y llegó el ´78, el Mundial y la guerra con Chile, y nuestro joven se fue a la frontera, y se infiltró en Chile, y cavó trincheras y se preparó nuevamente para dar su vida, ahora contra el enemigo exterior; nuevamente se puso al frente de sus soldaditos de plomo, con sus ideales intactos, a pesar de sus superiores, con su sentir nacionalista a flor de piel y estuvo a dos horas de una guerra nueva, dispuesto a “Echar a los chilenos al Pacífico, beber su vino y disfrutar de sus mujeres” al decir de un general que aún respeta.


Su mujer esperaba la vuelta del guerrero con su primer hijo en las entrañas. ¡Que mujer, que fortinera! Su novia de cadete, su Juana Azurduy en la guerra antiguerrillera, su Alfonsina Storni en el amor, ña Madre María de las noches de pesadilla, su Remeditos Escalada, su Penélope, la súper ministro de economía de su magra paga.


¿Quién se acordó de ella?


¿Quiénes cometieron el gran sacrilegio de hablar de la familia militar y solo tenerla presente para mandarle un ramo de flores en el día de su cumpleaños o una tarjeta en el aniversario de bodas?


¡Cuántos olvidos!


¡Cuánta ingratitud hacia ella! ¡Cómo te bastardearon mujer, madre, niña, soldado! ¡Cuánto te deben! ¡Dios los perdone a los necios que no vieron ni ven tu grandeza, ni tu sacrificio!


¡Que se les caiga la lengua en pedazos cuando te nombran y no sientan lo que dicen!


Corría ya el año ´79 y el PRN tenía sus problemas, había fallado la política económica liberal, el pueblo comenzaba a expresar su descontento, la clase política (mano de obra desocupada) se ponía en movimiento, se cernía sobre el país un cerco internacional.


Los Derechos Humanos inventados por los EE.UU. como estrategia para anteponerse a Rusia, fabrica un Premio Nóbel, auspicia la creación de comisiones de DDHH, aparecen las Madres de subversivos desaparecidos, la guerra ganada con la sangre de héroes y el coraje de muchos argentinos empieza a ser perdida en el campo político, continúa una guerra que los altos mandos no alcanzan a entender, se comienza a perfilar la derrota política de la guerra contra la subversión...


Nuestro joven, hijos míos, mientras tanto ha seguido perfeccionándose para su propio impulso, en base a un sistema de auto preparación que como hace recaer en él toda la responsabilidad de aspectos que no le competían plenamente.


Y llegó el ´82 y con él la Gesta de Malvinas, una radio le informa que su ejército a recuperado las hermanitas perdidas.


Otra vez la guerra, otra vez exaltado su idealismo, otra vez su voluntarios sacrificio por la Patria, otra vez la batalla por la recuperación territorial para conquistar la ansiada soberanía del colonialaje inglés. Y allí marchó al frente de sus soldaditos de plomo, luchó y mató, vio morir a sus camaradas y su mente se transportó al pasado y la sangre derramada por sus pares le dio mas fuerza aún.


Como cruel coincidencia una radio en la trinchera transmitía un partido de fútbol, una carta en sus manos le anunciaba que en el continente se había comenzado a gestar en el vientre de su mujer su cuarto hijo. Pero la gloria estaba con él, su pueblo lo apoyaba, su país se había puesto de pié, el invasor inglés sería frenado como en 1806.


El bombardero, la turba, el frío, el miedo, el valor, el pié de trinchera, la muerte, todo se mezclaba pero no importaba para ese soldado que había aprendido a darlo todo, para quien al decir de Tagore: “El servicio era alegría”.


Vio descender varios políticos de un avión; ¡El país estaba con él!


El combate fue duro, el frío también, pero que dura fue la derrota, que duro el cautiverio en el buque inglés.


¡Que sabor amargo que tenían sus lágrimas! El mismo sabor quizás que cuando lloró a sus camaradas en el monte tucumano, el mismo sabor de las lágrimas que derramó sobre el rostro de su soldado muerto en Monte Kent.


En el barco vio los rostros de varios superiores por primera vez, como si recién llegaran a las islas, pero ya se iba, derrotado. ¿Acaso esos Coroneles no eran los Tenientes Coroneles que ya había visto unos años atrás en la otra guerra o los que veo hoy con otra jerarquía y de ellos, como la otra vez, algunos combatieron, otros defeccionaron pero ese no era su problema o por lo menos ahí no se lo planteó?


Como antaño debía enfrentar los rostros de los padres de sus soldaditos de plomo muertos y explicarles que debajo de una cruz blanca quedaban sus cuerpos como testimonio de que habían luchado como podían, con lo que tenían y con todo el valor y el honor que poseían.


El regreso a casa, hijos míos, con cuanta ilusión lo hizo, conciente de que su entrega había sido total, que su pueblo lo esperaba, que entenderían que hizo lo que humanamente pudo, que lamerían sus heridas físicas y psíquicas y cuan grande fue su sorpresa, su decepción al ver que era escondido como enfermo contagioso, que era recluido como prisionero en territorio propio, que el mundial de fútbol para mucha gente fue mas importante que su sacrificio, que su entrega, que sus muertos.


Que duro fue recomenzar, que dura la infamia, la soledad y la difamación. Creerán familia, que nuestro hombre ya tiene 180 años, pero no, solamente a vivido una treintena de años, recién cronológicamente empieza a ser un hombre, pero a pasado tanto en tan poco tiempo que su vida se ha hecho atemporal, pero aún no imagina lo que debe pasar, lo que debe sufrir.


En 1983, el PRN está en retirada, en desbande, entrega la banda presidencial a un presidente surgido de la voluntad popular. Socio fundador de la comisión de DDHH de Latinoamérica, defensor de líderes subversivos, socio de la social democracia y que logra su ascenso al poder denunciando un pacto militar-sindical inexistente pero que le sirvió políticamente. Ideológicamente enemigo dela FFAA, y sobre las que planea un castigo ejemplar público e histórico para intentar su disolución, disminuir su poder y enfrentarlas con el pueblo, otros políticos de otros partidos lo secundan ingenuamente o a conciencia en su estrategia. Crea la teoría de los dos demonios (subversivos y militares), inicia juicios públicos (tipo circo romano) a las instituciones militares. Pone preso a 2 subversivos y enjuició a 2.000 militares (que luego de su juicio público no tendré pruebas para detenerlos, Semana Santa mediante), para lograrlo, modifica el CJM y ejecuta procedimientos anticonstitucionales para lograr su cometido. Inicia una acción cultural gramsciana para encuadrar ideológicamente su revolución izquierdoza. Emplea a ateos y no católicos en las áreas de la educación. El teatro, el cine, los MCS en pleno, atacan a las FFAA para propinarle el castigo histórico, para desintegrarlas, para dividirlas. Toda obra cultural que denote el accionar militar contra la guerrilla, es acompañada por una propaganda oficial monstruosa para que sea premiada en la Argentina y en el exterior, quien ataca a las FFAA es aliado del gobierno e inmediatamente se le brinda apoyo oficial.


Cada elección que se produce a partir de ese año, que son muchas, pues en este país, hijos míos, se vota seguido pero nadie gobierna para el que vota, son ganadas por el oficialismo alimentando campañas antimilitares y show bombísticos sin responsables a la vista.


Pero... ¿Y nuestro hombre?


¿Dónde está nuestro soldado, que ocurre con él?


Nuestro hombre ha sido condecorado por su brillante desempeño en la guerra con el enemigo inglés.


Nuestro hombre ha seguido su carrera militar soportando sobre sus espaldas la política gubernamental descripta.


Hace 4 años que terminó la Guerra de Malvinas, pero atónito observa a su Ejército embarcado en la “Batalla Jurídica”, engendrada por un General, 2 veces condecorado con créditos del BHN y un generalato complaciente con el poder político. Un General que niega haber combatido a la subversión, que se preocupa por salvar en la Batalla Jurídica a sus pares generales y “reconocer que habrá bajas propias” pero las mismas son las de siempre, la misma “carne de cañón” los que combatieron en primera línea, los camaradas del hombre de mi historia, de mi sueño, los Subtenientes de la Guerra Sucia, los Capitanes, los mayores, total siempre se los usó y nunca dijeron nada.


¿Recuerdan hijos míos, cuando José (el hijo mayor, de 10 años) volvió con el ojo negro de la escuela porque le dijeron que su padre era un torturador, violado y un asesino, pero sobre todo era un militar y él me defendió?


Eso les ocurrió a los héroes con sus hijos, a quienes debió despojar de sus cadenitas de oro que pendía de sus cuellos, regalo de la abuela para venderlas para comer, y las medallas de sus destinos y la de Malvinas, fueron también a parar a las manos de los traficantes de la calle Libertad. Pero no solo fue despojado económicamente, sino que fueron despojados de su moral, de su honor, de su dignidad. Como n o podía alimentar a sus hijos dejó de preocuparse por su educación profesional y empezó a vender seguro para autos; mientras veía que viejos soldados con pocos años se iban de baja, desangrando a la institución de sus mejores hombres.


¿Y el generalato? Los TCNL (S) de la GCS, los CNL. (S) de Malvinas, los GRL (S) de la Revolución Gramsciana, si eran ellos, de los que ya les hablé, que con su débil moral, con su declinante formación cristiana dejaban morir al EA en manos del enemigo de ayer, hoy encaramado en el poder. Y se hicieron compañeros de ruta del gobierno para mantener prebendas jurando nuevamente por esta democracia, olvidando sus puestos en el PRN. Para un gobierno es más fácil “comprar un General” y que él mismo por acción u omisión destruya al EA.


Nuestro héroe veía morir a su ejército y a su Patria, veía como querían mezclar con estiércol la sangre de sus camaradas, veía como desaparecía el mando (Atributo esencial del militar) como se imponía una disciplina formal, disciplina que sin el mando es cáscara de huevo que recubre un volcán en erupción.


El EA, las FFAA, la Patria, el sacrificado pueblo argentino comenzaba su agonía, Gramsci sonreía desde el infierno, su pupilo era bueno de verdad.


Pero un día, una mañana del 16 de abril de 1987, el día que Jesucristo moría, un Jueves Santo, nuestro héroe dijo: ¡BASTA!


¡ Basta a la persecución, al engaño, a la mentira, basta al deshonor, a la miseria moral, a la decadencia, a la corrupción!


¡ BASTA AL DIABLO!


La noche anterior y en un segundo recorrió su corta vida, miró sus pergaminos militares, simples papeles sin valor si en ellos no se refleja la dignidad, el sacrificio y la entrega sin límites en bien del servicio.


Miró a sus hijos (cinco) mientras dormían, acarició los cabellos de la menor y lloró en su pecho, como nunca lo había hecho antes, y les ofreció a ellos y a Dios su sacrificio. Tomó las fotos de sus padres, las besó y les pidió perdón, pues mañana pondría fin a su carrera militar, a su libertad y a su vida si fuera necesario, sabía que ellos lo entenderían, mas también sabía que el sacrificio que habían hecho ellos para ver al soldadito de plomo, a su San Martín luciendo gallardo el uniforme de la Patria terminaba de un plumazo.


Paso a la habitación de su mujer, brava compañera de mil guerras, besó sus manos encallecidas de “vieja mujer” de treinta años y ella abrió los ojos.


“Mujer, dijo, te voy a dejar sola, el deber me reclama, las mujeres de mis camaradas perseguidos también entenderán tu sacrificio, solo te pido que al amanecer les digas a nuestros hijos que su padre les va a dar quizás la última lección, el último ejemplo, vos vas a saber encontrar las palabras exactas. Diles también que su padre quiere ir a luchar y quizás a morir de la misma forma en que vivió, con DIGNIDAD”


¿Me preguntas si somos muchos?


No lo sé, esta es una convocatoria espiritual, sin invitación, eso sí, es solo para aquellos hombres que entienden que es preferible morir de pié que vivir de rodillas.


¡Ah!, Me olvidaba, la vestimenta es “de soldado”. Sé que me comprendes porque eres un soldado también, y a ese soldado le pido, que me ayude a cargar mi mochila, la misma que se fue llenando día a día a tu lado, y que a pesar de que hace tiempo que no la uso, verás que esta noche se irán solas las “cucarachas” que otras veces encontramos.


Luego nuestro hombre fue al placard y tomó un Rosario de cuentas blancas, compañero inseparable en los momentos de peligro, y cuando lo tuvo en sus manos vio que brillaba con mas fuerza.


Se sintió bien. Cristo ya sabía.


Ya de uniforme, acomodó su boina frente al espejo, y como último acto se “PINTÓ LA CARA”. Estaba listo para el combate por la dignidad de todos, por amor a la Patria y al camarada.


Hijos míos, ese hombre es su padre, y este es su testimonio. Algún día les contaré el resto del sueño, hoy les regalo esta plegaria, que no conozco su autor, pero récenla en mi nombre:










Gracias Señor, Dios de los ejércitos, porque pusiste en mi corazón estas ansias de servirte por medio de las armas, este anhelo de ayudar a mis hermanos argentinos, a seguir también ellos tu llamado, en los talleres, en los hogares, hospitales y parroquias, en las aulas, en las oficinas y en el campo, confiados en la protección de sus FFAA.


Gracias por no haber sido indigno al portar en mi uniforme ese símbolo de mando que es el sable, el escudo de la Patria y los colores nacionales.


Gracias por haberme dado en las auroras luminosas, ocasión de saludar a la Bandera que subía al tope del mástil y poder combatir para mantenerla en lo alto y que sea mediadora entre nosotros y la gloria.


Gracias, por las duras jornadas de labor, los momentos de amargura, incertidumbre y fracasos que se alternaron con aquellos mas serenos, que mostraron la alegría de los éxitos.


Gracias Señor, por que me hiciste soldado del Ejército Argentino.




Homenaje a los soldados que sin distinción de jerarquías se “PINTARON LA CARA” por sus camaradas, por sus familias, por sus superiores y subalternos, por el EA, por las FFAA y de SEGURIDAD, por Dios, por la Patria y por su Pueblo. Por todos los que sufren persecución por medio de la cárcel, la baja, retiro y disponibilidad que les robaron sus banderas, pero quienes lo hicieron no tienen ni su coraje, ni su honor, ni su moral para levantarlas sobre sus miserias


Sirva también este homenaje a nuestros camaradas que no se pintaron la cara, pero que también mantienen incólume su moral y su espíritu para hacerlo cuando sea necesario.


16 de septiembre de 1988






“UN CAPITÁN DEL EJÉRCITO DE LA DIGNIDAD”.





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